domingo, 22 de junio de 2025

SE FUE EL VIEJO, AMIGO DE LOS “EVANGELISTAS”

El 6 de febrero de 1994 falleció en Lima el escritor peruano Luis Alberto Sánchez Sánchez (LAS), una de las mentes más lúcidas de América Latina. “Se fue el viejo”, comentaban en aquello días, con cariño y tristeza, los jóvenes diputados Alan García Pérez, Carlos Roca Cáceres y José Barba Caballero, éste último imitando al “viejo” con una pipa en los labios. Entonces era un joven periodista que cubría información para el diario Correo, cuando estaba en su vieja redacción de San Isidro, a espaldas de la Gran Unidad Escolar Alfonso Ugarte que funcionaba en ese lugar desde 1952, aunque el colegio se fundó en 1927. Había una plazuela donde los alumnos del Alfonso Ugarte saldaban sus pleitos escolares con el clásico “chócala pa' la salida”. Recordaba “mi labor de colegial en el colegio fiscal del barrio donde nací” en alusión a Nicomedes Santa Cruz.

Aunque ya tenía cierta experiencia por haber pasado por la sección Policial del diario Expreso, cuando estaba en el Jr. Ica 646 en Monserrate y haber integrado la redacción de El Universal y otras publicaciones, pocas veces iba al Congreso de la República, porque como redactor hacía de todo. Unos días en la sección Política, otros en Economía y hasta Espectáculos y Deportes. Pero en realidad, me gustaba más Política, Economía y Cultura.

Efectivamente, ese 6 de febrero, LAS se fue a los 93 años de edad y como escribió alguna vez, “vino con el siglo” y también se fue con él, pero nos dejó más de un centenar de obras y miles de recuerdos.

Lo conocí en las postrimerías de su vida, en 1983. Charlamos algunas veces. Unas, en su oficina del tercer piso del Congreso de la República, que cuando uno caminaba rechinaba el piso y hasta algunos habían tenido experiencias con seres de ultratumba en las noches; otras veces los buscaba en el local del Partido Aprista Peruano cuando iba, porque era miembro del CEN; pero más, en su viejo despacho del Jr. Moquegua, en el Cercado de Lima. Esa vetusta oficina, testigo de los años vividos por este insigne representante de la literatura peruana, quien fuera tres veces rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

- “Dr. Sánchez, me permite una entrevista”, era mi carta de presentación para acercarme a él. Nunca me preguntó los nombres de los medios que representaba como periodista. Siempre estuvo dispuesto a contestar, aunque sea por unos segundos. Más de un reportero fue corregido públicamente por una pregunta inconsistente o errónea. Conmigo lo hizo varias veces, peor cuando se enteró que era evangélico.
- “¿Cómo lo sabe? ¿Usted estuvo ahí?”. Era, muchas veces, la respuesta ante una pregunta comprometedora. Olvidábamos que LAS también fue un sagaz periodista, aparte de escritor, político, abogado y, sobre todo, maestro.

Tuve el privilegio de iniciar con él mis entrevistas radiales en directo (favor que me hizo) para el entonces influyente Noticiero de Radio América, que posteriormente, perdió la mitad de su redacción para irse a formar parte de la entonces “Rotativa del Aire” de Radio Programas del Perú (RPP), hoy, emisora líder en el Perú. En el verano de 1986, nos comentó que utilizaba un juego de luces para guiarse en su casa. A cada ambiente le correspondía un determinado color. Ya estaba perdiendo la vista.

Formó junto con Ramiro Prialé, Andrés Towsend Escurra y Armando Villanueva del Campo, el cuarteto de líderes herederos del pensamiento indoamericano de Víctor Raúl Haya de la Torre. Fue amigo y compañero de estudios en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, de Raúl Porras Barrenechea, César Vallejo y Jorge Basadre, por citar a algunos librepensadores. En los años de persecución contra los líderes apristas, LAS dictó algunas conferencias en el Colegio Anglo- Peruano, hoy San Andrés, centro de influencia evangélica presbiteriana. Pero no solamente, el escritor estuvo vinculado a ese centro de estudios, sino que, entre otros, el propio fundador del Partido Aprista Peruano, Víctor Raúl Haya de la Torre fue profesor, como también Alfredo Bryce Echenique, donde era docente de Literatura de la sección secundaria.

Haya de la Torre, el propio LAS, al igual que Manuel Gonzales Prada resaltaban la labor de los evangélicos (llamaban “evangelistas” a los protestantes) en el desarrollo social del país. A Gonzales Prada se le conoce como anarquista, no lo fue en su totalidad. Ya había escrito en Horas de Lucha en 1908: “Aunque no pertenezcamos a alguna secta religiosa, tengamos la buena fe de reconocer que el protestantismo eleva a los individuos y engrandece a las naciones, porque evoluciona con el espíritu moderno, sin ponerse en contradicción abierta con las verdades científicas.”

Al “viejo”, a LAS, lo tildaron de amigo de los evangelistas, porque el Colegio San Andrés (Anglo Peruano) fundado en 1917 lo había aceptado como profesor itinerante.

Tanto Sánchez como Haya han escrito artículos sobre la importancia del protestantismo en el desarrollo de los pueblos de América Latina.

Confesamos que “conocimos” a LAS en los años 70 a través de “La Perricholi”, y luego con “Perú: Retrato de un país adolescente”. Efectivamente éramos adolescentes. Era un lector empedernido, “vicio” que hasta ahora conservo.

Sentíamos el espíritu del escritor cuando en lugar de ir al colegio nos hacíamos la “pera” o la “vaca” y recorríamos la Alameda de los Descalzos, la Plaza de Acho y el Paseo de Aguas en el distrito limeño del Rímac. Eran los años de la seudo revolución peruana que patrocinaba la dictadura militar del general Juan Velasco Alvarado. Mi padre trabajaba entonces en una editorial y los únicos “juguetes” que podía adquirir para sus hijos eran los libros que se imprimían en esa imprenta. Fue así como conocí a LAS, entre el aroma de un turbio café, la luz de una vela y mi casa de esteras. El LAS de carne y hueso era distinto al que habíamos leído cuando saltamos de la niñez a la vida adulta, pero con cara de niño.

Una tarde de otoño de 1989, estuvimos en el legendario restaurante “Cordano”. Ese día ingresó el maestro, probablemente llegaba del Congreso de la República. Saludó a los mozos y se dirigió a su lugar acostumbrado. Era el rincón que colinda con la calle Pescadería y se conecta frente a la estación ferroviaria de Desamparados. Probablemente ahí se inspiró para escribir sobre la vida de la muy limeñísima Micaela Villegas, amante indomable del virrey Manuel Amat y Juniet. El escritor no pidió nada. Sólo se sentó e inmediatamente, le sirvieron, su también acostumbrado plato de los días jueves. (César Sánchez Martínez)

No hay comentarios:

Publicar un comentario