viernes, 6 de agosto de 2010

EL AROMA DEL CAFÉ

Algunas veces fui con la madre de mi hija al Café “El Cordano”, ese antiguo local que está frente a la Estación de Desamparados, hoy convertidos en uno de los mejores centros culturales de Lima. Tomábamos café y comíamos algún sándwich o emparedado. Ella prefería el jamón inglés y yo, el queso serrano. Pasábamos horas charlando de muchas cosas, hasta que el viejo Luis Alberto Sánchez, el que dio vida a la perricholi (Micaela Villegas, la “perra chola”, amante del virrey Manuel Amat y Juniet), ingresaba y pedía lo de siempre.
Nosotros, jóvenes bohemios, simplemente murmurábamos acerca del viejo senador, quien había sido tres veces rector de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Algunos decían que era más fácil ser presidente del país que rector de cuatricentenaria universidad, que cumplirá 500 años de fundada, el 12 de mayo de 2051.
He vuelto a repetir esa experiencia con mi hija últimamente. Los dos, tomando café o jugo de naranja y comiendo sándwichs de queso o mixtos, hemos comentado acerca de esas anécdotas. Claro que ahora hablamos del teatro peruano, de los actores, del Teatro “Colón” de Buenos Aires, del cine latinoamericano, y yo, meto mi cuchara sobre “La Tropicana” de La Habana o el “Moulin Rouge” de París.
He visto en la vieja ciudad de Montevideo algunos espectáculos fabulosos y también he tomado café en algún huarique de la céntrica Av. 18 de Julio o la Plaza Independencia de la capital uruguaya, por cierto, acompañado también de algunas periodistas, escritoras, poetas, o mujeres vinculadas al arte y la literatura de esa nación, que parece una provincia argentina, con el perdón de los uruguayos.
Pero volviendo a Lima, otro café es el Queirolo, la antigua taberna de Pueblo Libre, porque hay otro local en Lima. Me refiero, a la taberna de Pueblo Libre. He tomado café con algunos periodistas, por cierto, también el vino tinto con queso. Aunque hace años no estoy por ahí, lo recuerdo a la perfección.
Con mi tío César, hermano de mi padre, he tomado también café varias veces en “Los Huérfanos”, del Jr. Azángaro. Mientras él tomaba algún trago con sus amigos, yo a un costado, saboreaba ese exquisito café pasado (tipo Chanchamayo) con mi sándwich de jamón inglés, mientras miraba lo que ocurría en las mesas vecinas. Por cierto que era aún un adolescente.
En fin, he tomado café en diversos locales, desde los cafés de mala muerte, hasta los hoteles cinco estrellas. Grimanesa Mogollón, la esposa de mi amigo Pedro Sánchez, algunas veces ha compartido un café pasado como los dioses. Algunos amigos que saben de mi debilidad, cuando han viajado por Colombia, como fieles compinches, han compartido ese producto conmigo.
Últimamente, he descubierto un hueco por el Mercado Central, cerca al Congreso de la República. Es una antigua taberna japonesa, ahora administrada por la nieta de los fundadores. Ignoro si voy por el café, el queso, o simplemente para buscar entre las miradas y comentarios de la sansei, algún material para una nueva crónica, cuento o relato. Bueno, mientras ustedes leen esta nota, permítanme tomarme un café.

3 comentarios:

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  2. Están permitidos todos los comentarios, a favor o en contra. Pero cuando la persona nos insulta como lo hace algún pobre diablo resentido (con el perdón del diablo), nos veremos obligados a suprimirlo.

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  3. Agradecemos a SAMUEL VEGA por su comentarios como "Anónimo" y por su admiración a este servidor. Al parecer, su esposa y sus dos hijas también admiran nuestro trabajo. Nuestra gratitud a Samuel, porque sus comentarios lo pintan de cuerpo entero, tal como es en su interioridad.

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